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Bogotá 01 de marzo de 2023. Son las 2:00 a.m. de una típica fría madrugada capitalina y como es costumbre desde hace más de 60 años Amanda Cuncanchón sale de su casa hacía la plaza de Paloquemao y Samper Mendoza en busca de flores y hierbas para su negocio, la tradicional “Floristería Patty” ubicada en la Plaza de las Ferias al noroccidente de Bogotá y su segundo hogar desde el año de 1.953.
Antes cuando era niña y hasta cuando su padre falleció recuerda que las hierbas eran sembradas en la parte trasera de la casa familiar, en un patiecito que añora con cariño, porque todo lo que ha logrado en su vida se lo debe a esa herencia familiar y al amor que le heredaron sus padres por las plantas medicinales y por las flores. Con el pasar de los años y con el rigor de cada etapa de la vida, el matrimonio y la llegada de sus hijos, cambió de lugar de vivienda por lo cual ya no podía sembrar para vender sino empezó a comprar las flores y las hierbas.
“Ella se considera bendecida por sus conocimientos en medicina ancestral y muy seguramente los 60 años de trabajar con plantas aromáticas, hierbas y flores, le dan el respaldo para indicar a sus clientes que tomar para sus males particulares.”
Allá en la esquina de la plaza, donde se ubica su local y diagonal al de su hermana Miriam quien también siguió el camino de sus padres, está todos los 7 días de la semana con una sonrisa implacable, pero con la mirada cansada y con la propiedad que le da los 40 años experiencia en el negocio, da recetas para el cuidado de la piel, para el dolor de estómago, para la diabetes e incluso para combatir el cáncer, a sus clientes fieles que la vistan desde las localidades de Suba y Bosa,
Es vanidosa y pese a los golpes que da la vida no se ha rendido, ni siquiera cuando recibió una de las noticias más devastadoras de su vida, había sido diagnosticada con cáncer de seno. Comenta con la voz entrecortada que con la quimioterapia se le cayó el cabello y quizás eso fue lo más doloroso para ella, pese a la debilidad que sentía por el tratamiento contra la enfermedad, lo único que la hizo dejar de ir por 5 meses a su puesto de trabajo fue ver su cabeza cada vez con menos pelo.
Aunque se ha recuperado, sigue con quimioterapias y nota como esto le afectó sus cuerdas bucales, pero ya no es impedimento para seguir en su lucha; expresa con orgullo que lo que aconsejó a muchos de sus clientes fue lo que le ha ayudado a ir superando de a poco la enfermedad, cree ciegamente en el poder curativo del amamú, la desvanecedora, el sanalotodo y el amaranto rojo y se declara sobreviviente del cáncer gracias al poder curativo de estas plantas.
Recuerda claramente aquel día que en el agite de su trabajo salió corriendo en busca de unas hierbas para una cliente cuando se enredó y se cayó, y a partir de ese momento las cosas no volvieron a ser iguales. Pese a que ella no le dio mayor trascendencia a lo sucedido, muy pronto empezó a sentir que algo en ella no estaba bien; apreciaba una masa que crecía en uno de sus senos hasta el punto que decidió ir al médico y muy pronto fue diagnosticada.
Un nuevo renacer con amor y oportunidades
Con un gran amor y admiración habla de don Jacobo, el amor de su vida, ese hombre que la acompaña desde hace 51 años y que describe como un caballero, que ha luchado con ella hombro a hombro y con quien logró sacar adelante a sus 3 hijos de quienes se siente muy orgullosa porque los describe como personas trabajadoras y de bien. Sumando esfuerzos con su esposo lograron comprar su “casita” como ella la llama, ubicada en el barrio Villa María de la localidad de Suba. Don Jacobo es ahora su soporte en el hogar, es quien la respalda en las labores cotidianas, es su polo a tierra, el mejor compañero de vida que pudo encontrar.
El capítulo de la pandemia fue duro para Amanda, ya que además de las bajas ventas, las deudas empezaron a acosarla debido a que había solicitado un crédito al banco para construir el segundo piso de su casa y entre la pandemia y la enfermedad que la aqueja sintió que no daba a vasto, fue entonces cuando empezó a atrasarse en el pago del arriendo del puesto y por esto, tuvo que hacer un acuerdo de pago con las mensualidades atrasadas.
Ahora se siente muy empoderada porque su negocio se ha transformado y entró en la línea de los negocios y pagos digitales. Con orgullo dice que recibe pagos por plataformas como Nequi y Daviplata y que tramita pedidos a través de WhatsApp con envíos a domicilio, gracias al apoyo de su hija Diana, su fiel compañía y la menor de sus tres hijos.
“Crié a mis hijos en la plaza, les di estudio, los formé como señores, trabajadores independientes y buenos seres humanos”.
Amanda se siente recompensada por ese Dios al que le ora todos los días y al cual se aferra, porque sin buscarlo el programa “Pérdidas y Desperdicios de Alimentos” llegó a su vida para darle un giro y una esperanza de mejorar sus condiciones.
Este programa líder de la Secretaría de Desarrollo Económico ha sido una motivación porque jamás pensó que su sueño de comercializar las hierbas y flores que van envejeciendo fuera una realidad, gracias a la adquisición de una máquina deshidratadora, que le permitió dar una transformación y nuevo aprovechamiento a estos “residuos”.
Siente que es una doble ganancia, en primer lugar, porque ya no tiene pérdida económica con los productos que no vende y en segundo porque no siente la tristeza que la invadía cuando tenía que tirar a la basura lo que no lograba vender.
Actualmente sus preocupaciones son otras, piensa dónde va a ubicar las máquinas para procesar las hierbas y plantas para comercializarlas secas, mira con optimismo su nueva vida como microempresaria; esta guerrera de la vida sueña con poder enseñar sus conocimientos a los jóvenes, con descansar porque siente que sus fuerzas ya no son las mismas y gracias al programa “Pérdidas y Desperdicios de Alimentos” ve que ahora es posible. Para ella participar en el programa y ganar el incentivo de $14.000.000 en insumos y maquinaria ha sido un premio a sus luchas y a su perseverancia.